LAS MUJERES
En el siglo
del sufragismo, las mujeres empiezan a hacerse notar, y entre ellas las
manchegas; veremos que el único cauce por el que se les permitirá una cierta
independencia y alguna expresión será casi siempre a través de la enseñanza y
la literatura infantil o moral; la novela realista europea nos muestra en el
tópico personaje de la institutriz, esa madre que no es madre, o en el tema del
adulterio, los intentos de la mujer por desligarse del rol que le ha marcado la
sociedad; muchas y las más progresistas de las autoras de las que hablaré aquí (Magdalena
de Santiago-Fuentes, Luciana Casilda Monreal de Lozano) se dedicaron a la
docencia; otras se mostraron herederas del costumbrismo católico de Fernán
Caballero (Faustina Sáez de Melgar, Micaela de Peñaranda y Lima).
La más
importante sin duda por la variedad, extensión y mérito de su obra es Faustina Sáez de Melgar (1834 - 1895),
madre de la pintora Gloria Melgar; de hecho, ha pasado al canon de la
literatura femenina de esa época junto a Ángela Grassi y María del Pilar
Sinués. Nació en Villamanrique de Tajo, en la raya de Madrid y Toledo y muy
cerca de la de Cuenca y Guadalajara, pero siempre se consideró manchega. Pese a
resistencia de su padre, consiguió publicar en la prensa ya a los diecisiete
años y merced a un buen matrimonio con Valentín Melgar, pariente del banquero
Ceriola y con acceso al Palacio Real, y su mudanza a Madrid, logró la
independencia. Cultivó la narrativa, la lírica, el periodismo y el teatro. De
familia pudiente, dispuso de la posibilidad poco frecuente entre las escritoras
españolas de su época de viajar al extranjero, y residió en París algunos años.
Se relacionó con las altas instancias de los gobiernos isabelinos, que la
favorecieron descaradamente,[1] aunque
supo ser lo bastante ambigua ideológicamente como para presidir el
filokrausista Ateneo Artístico y Literario de Señoras (1869) habiendo sido un miembro
destacado de la Junta
de Señoras presidida por la
Reina , pese a lo cual doña Faustina no perdió ocasión, pese a
su ideología católica y proisabelina, de auxiliar a las de su propio sexo que
no comulgaran con sus ideas, por ejemplo a la poetisa socialista utópica Josefa
Zapata; es más, fue una activista importante en la Sociedad Abolicionista
Española y defendió la instrucción y el trabajo de la mujer.
La suya es una
“novela castiza española” distinta a la “novela perniciosa extranjera” en no
introducir “horribles monstruosidades morales”. Como prescribía Alberto Lista, introduce
elementos maravillosos en la ficción para mantener el interés del lector, si
bien lo que domina en ella es el costumbrismo neocatólico. Sus primeros
poemarios fueron publicados en 1859: La
lira del Tajo y África y España;
éste último hay que entenderlo en el
contexto de la Guerra
de Marruecos (1850-1860), cuando el albaceteño Mariano Roca de Togores promueve
la antología El romancero de la Guerra de África (1860);[2] Sáez,
muy atenta siempre a la sociedad en que vivía y un año antes de la abolición de
la esclavitud en Cuba (1880) estrenó el drama abolicionista La cadena rota (1879); en este género se
había probado ya con el juguete cómico Contra
indiferencia celos (1875). Posteriormente cultivaría la poesía narrativa
con La higuera de Villaverde. Leyenda
tradicional (1860) y Ecos de la
gloria. Leyendas históricas (1863).
Su primer
éxito como narradora en prosa fue La
pastora del Guadiela (1860). Desde entonces fue una asidua colaboradora en
todo tipo de prensa y revistas,[3]
siendo capaz de publicar simultáneamente nada menos que hasta cuatro novelas
folletinescas diferentes en distintos lugares de España sin contradecirse en
los argumentos. Entre las más célebres están La marquesa de Pinares (1861), continuación de la anterior; Los miserables de España o Secretos de la Corte (1862-63, 2
vols.); Matilde o El ángel de Valderreal
(1862), Ángela o El ramillete de jazmines
(1865-1866, 3 vols.), Adriana o La quinta
de Peralta (1866), La loca del
encinar (1867), Amor después de la
muerte (1867), La cruz del olivar
(1868), "María la cuarterona o La esclavitud en las Antillas" (1868),
novela corta aparecida en La Iberia ,
(24-X-1868), Rosa, la cigarrera de Madrid
(1872 y 1878, 2 vols.), “El hogar sin fuego” (La Iberia ,
18-VII-1876), traducida al italiano también con éxito; La abuelita (1877), en realidad una colección de relatos agrupados
bajo el pseudónimo genérico de “Cuentos de aldea”; Inés, o La hija de la caridad (1878, 2 vols.), Sendas opuestas (1878), El
collar de esmeraldas (1879), El deber
cumplido (1879), Aurora y felicidad (1881),
Fulvia o Los primeros cristianos (1889),
El trovador del Turia (Memorias de una
religiosa) (1890). Con algunas de estas novelas se editaron las novelas
cortas La bendición paterna y El hogar sin fuego; sin año se publicó Alfonso el Católico.
Magdalena de Santiago-Fuentes Soto
(Cuenca, 1873 - Madrid, 1922) fue una maestra del Regeneracionismo que intentó
renovar la pedagogía española. Tras alcanzar el Premio Extraordinario en
Bachillerato, comienza a cursar los estudios de Farmacia en la Universidad Central ;
enfermo el padre, debe abandonarlos y ponerse a trabajar como telefonista. A
los diecisiete años queda huérfana. Su enorme voluntad y espíritu de superación
la llevan a cursar en escasos meses los estudios de Maestra Elemental y,
posteriormente, el de maestra Superior. Inmediatamente se presenta la primera
oposición que se convoca, en la que alcanza el número uno. Durante nueve años
permanece en Huesca, donde traba amistad con Isabel Martínez Campos, directora
de la Escuela Normal ,
a la que dedicará alguna de sus obras. Consigue más tarde, por oposición, la Cátedra de la Escuela Normal de
Barcelona, y por permuta, un año más tarde, la de Madrid. Desde este centro
pasará a ocupar la Cátedra
de Historia de la
Civilización en la
Escuela de Estudios Superiores de Magisterio. Colabora en La
Correspondencia de
España, El Magisterio Español, El Eco de Santiago, La
Basílica Teresiana , El
Album Ibero-Americano, La Alhambra , Blanco y Negro, La
Lectura , Nuevo
Mundo, El Gráfico, Diario Universal, El Imparcial, Escuela Moderna,
Feminal... Publica narrativa para
adultos, numerosas obras didácticas y otras de literatura infantil;
excepcionalmente hermosa en este último grupo es El tesoro de Abigail, narración de Tierra Santa. Herder,
Barcelona, 1889, primorosamente ilustrada, y con su hermana Carmen Vida de colegio (Novela infantil). Libro de
lecturas para las escuelas de niños y niñas, Madrid: Suc. de Hernando,
Madrid, 1916. De sus obras didácticas baste decir que, por ejemplo, La escuela y la patria alcanzó
veintinueve reimpresiones entre 1899 y 1943. En cuanto a su narrativa para
adultos, tenemos la novela Emprendamos
nueva vida. Barcelona: Henrich y Cía, 1905;
Cuentos orientales, Barcelona:
Antonio J. Bastinos, 1908; Aves de paso.
Novela infantil. Huesca: Talleres Tip. de L. Pérez, 1909; Cuentos del sábado, Einsiedeln: Est.
Benziger y Cía. Suiza, 1909 (Contiene: Ni-ju. La hucha rota. Pasión funesta.
Mariem. Lilí. La Patria
ante todo. Carta al cielo); Visión de
vida. Novela. Zaragoza: Abadía y
Capapé, 1909: La novela de la infancia.
Burgos: Hijos de Santiago Rodríguez, s. a.; Flores
de loto. Cuentos arqueológicos. Barcelona: Herder, s. a.; O-Toyo. Novelita japonesa. Barcelona:
Bastinos, s. a.
Luciana Casilda Monreal de Lozano (Villacañas,
1850-) fue maestra por oposición en Madrid desde 1870 y luego profesora
interina de la Escuela
Normal Central de Maestras y numeraria encargada de la
asignatura de prácticas sociales en la Escuela de Institutrices de Barcelona; allí
pronunció en 1897 un Discurso sobre la
influencia de la educación integral en el porvenir de las naciones y en
1900 una Conferencia sobre la importancia
de la lectura y su relación con las Bellas Artes. También fue vocal de la Academia de Higiene de
Cataluña, de la Junta
Provincial de Protección de la Infancia y de la Asociación de Caridad
Escolar, de la que llegó a ser vicepresidenta (redactando en 1905 una Memoria sobre Cantinas escolares en España).
Participó asimismo en el Congreso Pedagógico de Barcelona de 1888. Colaboró en El Estudiante (1902) y otros periódicos.
Tras haber dado a luz en 1873 su obra acerca de La educación de las niñas por la historia de las españolas ilustres
(constantemente ampliada y con una quinta edición en 1908) escribió diversas
obras pedagógicas. Literariamente nos interesa por sus Españolas y americanas ilustres, Madrid: Imprenta de E Raso, 1908. Elisa López Gallarte, hermana de Pedro
López Gallarte, redactor del periódico de Cuenca La Ley
(1870) y de La Voz de
Cuenca, publicó Ecos de mi corazón:
colección de artículos (Ciudad-Real: Tip. Del Hospicio, 1891), donde se
declara católica y conservadora, y Todo
por ti ( Ciudad-Real: Tip. Del Hospicio, 1891). Igualmente conservadora se
muestra la novelista de Campo de Criptana
(la juzga excelente el padre Pablo Ladrón de Guevara en su famoso y
archirreimpreso Novelistas malos y buenos
juzgados en orden de naciones, 1910) Micaela
de Peñaranda y Lima, que escribe novela realista algo pasada de moda a
caballo entre los siglos XIX y XX, la mayor parte de ellas impresas en
Barcelona: Así es el mundo (1925, pero 1915), una
novela cuya protagonista es una maestra e institutriz recién licenciada de buena familia; Nada
sucede acaso (1915), Mudar de opinión
(1915), El hastío del Rincón (1923), ¿Sin remedio? (sin año, pero 1907) y El becerro de oro (1920), que obtuvo un
accésit en un concurso de 1908 ganado por Enrique Menéndez Pelayo, el hermano
de Marcelino, entre otras. El crítico de La Lectura ,
Ramón María Tenreiro, la clasifica como novela de tesis y la pone en buen lugar
(IX, vol. II, mayo de 1909, p. 71). También fue autora dramática: Teatro infantil: piezas en prosa y verso
(1926). Nada sucede acaso está
ambientada en La Mancha ,
más en concreto en Alcázar de San Juan; desarrolla una intriga amorosa en medio
de un ambiente chismoso bastante bien reproducido que sufre la pobrecilla y
devota protagonista.
-Yo creo, don Paco, -dijo María Luisa,- que cada uno
debe seguir su vocación. El Señor no nos llama a todos al mismo estado.
-Muy cierto; pero ¿cuál es más perfecto?
-El más perfecto, es el sacerdocio, -dijo don Gabriel,
el párroco.
-Y si no, -añadió Antonio, que había llegado aquella
tarde ordenado de Evangelio,- ya sabe V. lo que dice san Pablo: “El que se
casa, hace bien; y el que no se casa, hace mejor”.
-¡Hombre, a ti no te tocaba contestar!- dijo vivamente
don Paco.
-Vamos, don Paco,- contestó el joven sonriendo;- me
figuro que mi respuesta no le ha agradado a V. mucho. Sin embargo, hasta ahora
debe V. haber sido de mi opinión o engañan las apariencias.
-Pero es de sabios mudar de opinión,- dijo María
Luisa.
-Y don Paco es muy sabio –añadió la señorita Flora,
mirándole con cierto afecto.
-Pues hará bien en mudar, -dijo don José con enfático
acento;- el estado más perfecto es el matrimonio.
-Pero, -replicó doña Generosa,- ¿no ha oído V. lo que
ha dicho Antoñito que dijo san Pablo?
-San Pablo no entendía de eso, doña Generosa,-
contestó el médico. (Op. cit., p.
85-86.)
Se percibe en
Peñaranda a una sutil observadora y entre líneas una cierta melancolía en sus
personajes, de clase frecuentemente alta pero avecindados en un entorno
campesino y entregados a una vida vulgar, estéril y sin objetivos.
Bárbara Sánchez y García (Ciudad Real,
1865 – 1930) escribió poesías que fueron publicadas póstumas en un volumen sin
año (Versos: obra póstuma. Torre de
Juan Abad: Impr. González); como suele ser habitual cuando se trata de autores
tan desconocidos y de corta tirada, me ha sido imposible encontrar todavía.
[2] La breve
campaña que terminó con la conquista de Tetuán dio motivo a 26 triunfalistas
romances compuestos por casi todos los miembros de la tertulia del Marqués de
Molíns, teñidos los más de nostalgia imperialista: el Duque de Rivas, Antonio
Alcalá Galiano, Eugenio Hartzenbusch, Antonio Ferrer del Río, Manuel Bretón de
los Herreros, Antonio Arnao, José Amador de los Ríos, Ramón de Campoamor, Ángel
María Dacarrete, Severo Catalina, Joaquín José Cervino, Flores, Pedro de
Madrazo, Tamayo y Baus, Ventura de la
Vega , Leopoldo Augusto de Cueto, Cayetano Rosell, Tomás
Rodríguez Rubí y Manuel Cañete. Es un libro que reúne a las distintas
promociones poéticas que convivían entonces y por ello resulta especialmente
representativo.
[3] El Trono y la Nobleza , La
Antorcha , El
Occidente, La Aurora de la Vida , El
Museo Literario, El Museo Universal,
La Iberia , Los
Sucesos, La Mujer , La
Guirnalda , El Día,
La Ilustración
de Madrid, El Recreo de las Familias,
La Moda Elegante Ilustrada, El Bazar, El Salón de la Moda , El Resumen, La
Edad Dichosa , La Discusión ,
La Época, El Correo de Ultramar (de París), El Siglo (de La
Habana ) y La Concordia (de
Caracas). Dirigió además La Violeta (de Madrid,
1862-1866),
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