martes, 1 de noviembre de 2011

Marcial Lafuente Estefanía

(artículo escrito por Ángel Romera para la Wikipedia y refundido para este blog)


Marcial Antonio Lafuente Estefanía (Toledo, 1903 - Madrid, 7 de agosto de 1984) fue un escritor manchego autor de novelas de a duro muy populares ambientadas en el lejano Oeste americano del siglo XIX. Era hijo del periodista y escritor Federico Lafuente, que contaba entre sus obras un El Romancero del Quijote (1916). Enseñó a su hijo a amar el teatro clásico del Siglo de Oro, que llegó a conocer muy bien; el hijo, sin embargo, quiso hacerse y se hizo ingeniero industrial y ejerció en España, América y África. Entre 1928 y 1931 recorrió gran parte de los Estados Unidos, lo que le sirvió luego para ambientar sus historias, cuyos detalles de atmósfera y localización son rigurosamente exactos. Durante la Guerra Civil, Enrique Jardiel Poncela le dio un consejo: "Escribe para que la gente se divierta, es la única forma de ganar dinero con esto". Ese fue el fundamento de su manera de escribir: desde el principio buscó la amenidad, prescindió de las largas descripciones y trabajó sobre todo los diálogos, con unos modismos muy característicos y una acción disparada. Durante la guerra fue oficial de Artillería del Ejército Republicano en el frente de Toledo y tras ella decidió no exiliarse, por lo que padeció cárcel en España varias veces. En prisión comenzó a escribir de forma más concienzuda, aprovechando trozos de papel que conseguía aquí y allá:

Empecé a escribir prácticamente en un rollo de papel higiénico. No tenía cuartillas, no tenía pluma; entonces decidí utilizar el lápiz y el papel de retrete. Estaba en una sala quinta de uno de los hoteles en los que me recluyó el Gobierno (Entrevista)

Al salir comenzó a publicar en Cíes, una pequeña editorial de Vigo, obras policiacas o románticas. Sus primeras novelas las firmó bajo los pseudónimos de “Tony Spring” o “Arizona”, pero luego publicó ya siempre con su nombre verdadero o las siglas M. L. Estefanía -que algunos confundieron con María Luisa Estefanía- en la Editorial Bruguera, de la cual fue uno de los principales activos junto con otra novelista popular, Corín Tellado, y las distintas publicaciones de historietas. La novela del oeste, tal como la configuró en España Estefanía, principal creador del género, constaba de unas 100 páginas de impresión barata y muy característica, semejantes al pulp norteamericano; se escribía y publicaba una por semana y se vendían a duro (cinco pesetas) cada una, y posteriormente, con la devaluación, a veinticinco pesetas. A veces bastaba con comprar una y, tras ser leída, se podía devolver al kiosquero para, por un precio inferior, conseguir otra. De esa manera las tiradas resultaban engañosas, pues aunque eran muy crecidas y baratas, una misma novela podía ser leída por varias decenas de personas. Sabedor de que sus novelas se leían en los Estados Unidos, cuidaba mucho la verosimilitud histórica, geográfica y botánica del Oeste norteamericano, para lo cual recurría a tres libros en particular: una obra muy completa de historia de Estados Unidos, un atlas muy antiguo de este país, donde aparecían los pueblos de la época de la conquista del Oeste, y una guía telefónica estadounidense en la que encontraba los nombres para sus personajes. La calidad literaria de estas novelas, sin embargo, es verdaderamente nula, no como la de otros autores de literatura popular a los que preocupaban algo más el estilo, la construcción e incluso el mensaje, como José Mallorquí o sobre todo Francisco González Ledesma; la escritura de Lafuente es de mero consumo y su estudio no debería de abordarse desde otro punto de vista que el sociológico; nada le interesa la doctrina del destino manifiesto plasmada por Owen Wistler ni los precedentes españoles del género: su único afán es distraer, y hacerlo de la manera más comercial posible, sin cuidado alguno de los aspectos estéticos, que para él ni siquiera son aledaños; eso sí, sorprenderá saber que en la estructura argumental Lafuente adaptó con frecuencia esquemas de la comedia barroca de capa y espada y del drama de honor barroco del Siglo de Oro español, obras que había leído y conocía al dedillo. 

Estefanía vivió en Madrid, pero fue un enamorado de Arenas de San Pedro (Ávila), donde residió mucho tiempo. Escribió su primera novela del oeste en 1943, con el título de La mascota de la pradera (Ediciones Maisal: Biblioteca Aventuras, núm.78), y firmó un contrato con la Editorial Bruguera que le llevaría a producir alrededor de 2.600 novelitas en formato octavilla de no más de cien páginas. Para componerlas a veces se inspiró en el teatro clásico español del Siglo de Oro, sustituyendo los personajes del XVII por los arquetipos representativos del oeste. Estas violentas historias inundaron España e Hispanoamérica y se hicieron muy populares como literatura de pasatiempo incluso en Estados Unidos, donde la universidad de Texas las grabó para que los ciegos de origen hispano pudieran escucharlas. Sus dos hijos, Francisco María Lafuente Beorlegui y Federico María Lafuente Beorlegui, colaboraron con su padre en la escritura de sus últimas novelas bajo el nombre genérico del padre, cuyas obras alcanzaron reediciones continuas de 30.000 ejemplares. Ya bastante mayor, el veterano escribidor intentó publicar sin éxito una novela seria, El maleficio de Toledo, fruto de los notables conocimientos históricos sobre su ciudad natal que llegó a alcanzar. Murió de pulmonía en Madrid y está enterrado en el cementerio de la Almudena.

Tan prolífica fue su pluma que, hasta la fecha -y aún bajo el sello editorial de Bruguera Mexicana-, su obra de género western continúa en circulación a lo largo de América Latina y los E.U.A. proporcionando así entretenimiento que engorda y no alimenta a varias generaciones de lectores.

BIBLIOGRAFÍA

Ramón Charlo, "Marcial Lafuente Estefanía y sus compañeros: los escritores de la novela del oeste", en VV. AA., La novela popular en España, Vol. 2, 2001, págs. 113-142. 

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